La voz, el primer instrumento musical
Cantar con nuestra propia voz canciones es probablemnte nuestra primera forma de expresar y sentir la música. Es lago divertido y que nos hace felices, lo cual es suficiente, pero todo indica que es mucho más.
Parece como si los adultos necesitáramos siempre argumentos sobre la utilidad de las cosas para dar valor a lo que en sí mismo es valioso. Pero dado que estamos inmersos en un mundo tan rápido y que va descartando lo que desde siempre ha nutrido el rico mundo infantil (los juegos, los cuentos,las canciones …), merece la pena conocer qué dice la ciencia sobre los efectos de cantar en los niños pequeños.
La ciencia ya ha descubierto que la música (no tanto escucharla como hacerla) es uno de los estímulos más potentes, complejos, completos y beneficiosos para el desarrollo de los niños y jóvenes (¡y de los adultos!). Pero ¿y cuando los niños son demasiado pequeños para aprender a tocar un instrumento? La respuesta es sencilla: la voz. En otras palabras, cantar nutre el cerebro infantil.
Las canciones infantiles son una parte importante de la tradición cultural infantil por algo. Si todas las culturas tienen su propio folklore infantil es porque responde a una necesidad universal, ahora científicamente estudiada en una investigación realizada en la Universidad de Munster (Alemania) por los Dres. Thomas Blank y Karl Adamek. El estudio se realizó en 500 jardines de infancia, con la colaboración del Departamento de Salud Publica, constatándose que un 88% de los niños que cantaban frecuentemente estaban preparados para la escolarización normal, en contraste con solo un 44% de aquellos en cuya escuela se cantaba menos.
Cantar canciones con nuestra voz
El estudio demostró que cantar y jugar cantando estimula el desarrollo físico, mental y social de los niños en una medida que se ha subestimado, y que se refleja en una mejor maduración cerebral y en el desarrollo del habla, la inteligencia social y el control de la agresión.
Cantar beneficia a todos los niños, pero de un modo muy especial a aquellos que viven situaciones de desventaja social (violencia familiar, escasos recursos, inmigración reciente…). Es difícil medir los incontables beneficios de una actividad que pone en juego el cuerpo, las emociones y la mente, pero una posible explicación parcial la dan los estudios neurobiológicos y fisiológicos que muestran que cantar produce hormonas de bienestar y reduce las que desencadenan reacciones de agresión.
Del mismo modo, es fácil deducir que aquellas canciones infantiles que implican juegos, rondas, palmas, etc., a un determinado ritmo, al ser de más compleja ejecución e involucrar tantas habilidades diferentes sincronizadamente, potencien aún más las conexiones neuronales y la maduración de estructuras cerebrales básicas.
Faltaría más investigación sobre el efecto en los niños pequeños de sustituir las canciones infantiles tradicionales, todas ellas compuestas en la escala pentatónica (según la pedagogía Waldorf más cercana al momento evolutivo de los mas pequeños), por canciones que escuchan jóvenes y adultos, todas ellas compuestas en la escala heptatónica. Eso sin mencionar otros aspectos como las letras, el efecto sensorial sobre niños muy pequeños de muchas de las canciones modernas o la pérdida cultural que supone que la riqueza del folklore tradición popular infantil vaya cayendo en el olvido.
“Hoy en día pocos niños serían capaces de cantar cinco o seis canciones tradicionales catalanas o españolas. Nos hemos quedado sin lazo con la tierra. No nos percatamos de que cuanto más globales son la vida y la sociedad, más importante resulta que recordemos nuestras raíces e identidad.”
Jordi Savall, violagambista, director de orquesta y musicólogo español, especializado en música antigua.
Fuente: Artículo original de Isabel F. del Castillo en Terra mater.