Claves del confinamiento y desconfinamiento familiar con Laura Soraluze
Tanto el confinamiento, como el desconfinamiento han sumergido a los padres en un mar de dudas sobre cómo actuar con los niños. Todos tenemos tantas cuestiones en la cabeza que hemos decidido hablar con una psicóloga y psicoterapeuta experta en la materia, Laura Soraluze. La psicóloga donostiarra ha desarrollado un programa on line para padres que está siendo todo un éxito desde su centro en Madrid, Psi&Co (tel. 615007901, infopsiandco@gmail.com).
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Antes de nada, me gustaría agradecer que hayáis contado conmigo y hayáis dedicado un espacio a clarificar todos estos aspectos que están ahora tan sobre la mesa, comenta Laura.
La realidad cambia muy rápido y para cuando queremos poner algo en marcha, la exigencia es ya otra. Y esto retroalimenta nuestra ansiedad, que ya de por sí es una de las grandes protagonistas en estos días. Es importante tener en cuenta que para muchos, el acceso a la información es una forma de percibir control en medio de todo este descontrol, aunque no es cierto del todo. Hay que tener en cuenta que cada información se debe contextualizar, porque se trata de dar una respuesta, pero a cada momento la situación evoluciona y cambia rápidamente. Ya hay mucho escrito y la información es la reina en la actualidad, pero más útil que obtenerla es saber gestionarla, sesgarla y por último hacerla nuestra.
En un abrir y cerrar de ojos nos hemos visto obligados a digitalizarnos. Hemos pasado al teletrabajo, telecolegio y vida social y familiar a través de una pantalla. En un momento social en el que “colocar” a nuestros niños ante una pantalla estaba mal visto, hemos pasado a fomentar el uso de las mismas. ¿Qué consecuencias puede tener esto en los pequeños? ¿Crees Laura que será posible volver a una vida offline?
La clave, igual que antes de todo esto, está en el cuidado y en el uso responsable y contextualizado de la tecnología, pero sobre todo es importante que las pantallas no se asocien a la gestión emocional. Y en esa línea, no debemos olvidarnos de prestar especial atención a las necesidades básicas, como las rutinas de sueño y alimentación.
Es cierto, escuchamos sin parar que durante el confinamiento debemos marcarnos más y mejor rutinas, hábitos y normas. ¿Es importante involucrar a los pequeños en las tareas de casa? ¿Es conveniente asignarles más tareas familiares?
Las rutinas y las normas son en general tremendamente beneficiosas para los niños. Les ayudan a organizarse, a prever,… son una herramienta para estructurar esas mentes en proceso de desarrollo. Aunque a veces sean rechazadas por ser vistas y vividas como limitadoras del placer y las posibilidades, en realidad es al contrario. Lo cierto es que ayudan al reparto de roles y de responsabilidades y en consecuencia fomentan la autoestima y el aumento de la seguridad en sí mismos. Pero cuidado, debemos asegurarnos de que esos roles, no sean asimétricos ni las dinámicas abusivas para que el efecto sea positivo.
En esta situación de incertidumbre, los adultos estamos irascibles, nerviosos, cansados… los niños parecen inagotables y nos encontramos faltos de paciencia. ¿Es normal sentirnos culpables?
Es algo que me estoy encontrando mucho en las sesiones: juicios de bien o mal y sobre todo sentimientos de gran culpa. Me suele gustar cambiar la culpa por la responsabilidad. Es normal, sí, pero no es útil. La culpa no sirve de nada si no se acompaña de una actitud activa de responsabilizarnos, tratar de comprender de dónde viene y sobre todo, de pensar cómo quiero que sea a partir de ahora. Más que malos padres, yo diría que no somos padres ideales, somos padres reales. Y la realidad es que las emociones tiñen y condicionan las formas de entender y de actuar que tenemos.
Quizá entonces la reflexión sea, ¿qué hacemos? ¿fijar más normas y más rutinas?
La pregunta implica una comparativa… ¿respecto a qué? ¿Respecto a antes? No lo creo, las normas y los límites son necesarios y positivos para los niños, pero lo eran antes y lo son igual ahora, no más. La situación que estamos viviendo, como cualquier crisis, es un contexto que acusa y remarca las necesidades que tenían los niños y las que también teníamos como familia. Las normas están en todos lados y sirven para organizar, pero sobre todo ahora para evitar el caos.
El desconfinamiento acaba de arrancar… ¿cómo hacemos frente a esta situación? Incluso nos encontramos con que muchos niños no quieren salir a la calle, ¿a qué puede deberse? ¿miedo? ¿nuevos hábitos?
Efectivamente hay mucho miedo, pero no solo en niños, también entre los adultos. Es importante que seamos capaces de leer si hay miedo en los niños, pues más que una habituación a estar en casa, se trata de que en casa sienten seguridad. Pensemos por ejemplo que esto no ocurre tras otros largos periodos en casa como las vacaciones de verano, al menos no de una forma tan generalizada como ahora. Salir ahora es una posibilidad y un oportunidad que deberíamos apreciar y valorar, pero no puede ser nunca una obligación. Y menos cuando va acompañada de una emoción desbordante, como en este caso el miedo.
En ese caso, ¿cómo debemos actuar? ¿Les forzamos a salir? ¿Es tan necesario que los niños salgan a la calle?
Sin duda el exterior aporta una serie de beneficios, pero una vez más creo que es necesario comprender que seguimos estando en una situación de crisis, de emergencia y que como en todos los contextos de catástrofe, la priorización es una necesidad. Es decir, importante puede ser, pero aún quizá no prioritario. Creo que, en el fondo, tras lo ocurrido tras las primeras salidas hay un error de enfoque en muchas ocasiones; culturalmente hemos asociado el exterior al desfogue y no era lo que la medida pretendía perseguir. Debemos aprovechar las salidas como una medida para respirar y continuar ofreciendo en el exterior propuestas atractivas y lúdicas que posibiliten a los niños seguir explorando y ejercitando su cuerpo de una forma segura para ellos y para el entorno. La regulación emocional y la descarga no son la misma cosa y si combinamos ambas, los niños podrán tener una respuesta adecuada a sus necesidades.
¿Cuáles son las consultas más habituales que te encuentras entre tus pacientes en estos días?
Cómo gestionar los miedos, cómo fomentar la autonomía de los más pequeños (retirada de pañal, chupetes, etc.) y, sobre todo, cuáles son o si habrá grandes consecuencias a nivel psicológico en los niños por el confinamiento.
El confinamiento se debe haber enfocado como una forma de protección y no como una merma de libertad. Las consecuencias no se dan tanto por el propio confinamiento sino por el contexto y clima que hayan vivido durante el mismo; esa será la mayor huella que deje y de ahí derivarán aspectos como las diferentes condiciones que los niños puedan desarrollar en cuanto a factores como resiliencia. Una vez dicho esto, esas consecuencias dependiendo del momento evolutivo en el que cada niño se encuentre, serán diferentes. Por eso la necesidad de individualizar los casos y atenderlos acorde a las necesidades y circunstancias individuales, incluso a veces de forma profesional.
Para generar una marca en el desarrollo de un niño/persona se deben dar dos escenarios concretos: que una situación negativa y estresante se dé de forma muy mantenida en el tiempo y/o que lo ocurrido sea tremendamente traumático.En este caso además, esta situación ha aparecido de forma abrupta y se vive junto a la sensación de falta de seguridad y herramientas para enfrentarlo y esto no ayuda. Pero si que es muy positivo el hecho de que la gran mayoría de niños se encuentran en el confinamiento acompañados por sus figuras de referencia.
¿Cuál es entonces el papel de los padres en este sentido?
Pues la respuesta es más sencilla de lo que parece; el papel de los padres es justo ese, ser padres, aunque hay factores que han entorpecido nuestra labor últimamente. Por un lado, la elevada exigencia y expectativas extremadamente altas de continuar nuestras vidas con normalidad. Esto ha supuesto un ritmo y un producto igual a la situación anterior o incluso mayor, a pesar de que el contexto es totalmente diferente desde hace ya casi 2 meses. Por si esto fuera poco, los padres han asumido además otros roles como, por ejemplo, el de profesores. Toca asumir que no siempre se puede hacer todo y todo bien, porque la necesidad es grande y por la necesidad de respuesta profesional.
Pueden surgir rabietas, regresiones etc. como en cualquier otro proceso de adaptación que les requiera una gran demanda: no siempre pueden responder y por eso aparecen los síntomas en los niños. En este sentido, yo les pediría a los padres que lo que sí pueden hacer, que lo hagan; pero que observen y consulten si perciben que no tienen las herramientas necesarias y sobre todo, que nunca sostengan una situación de sufrimiento para ambos, padres e hijos.
Sabemos que, como psicóloga infantil, has desarrollado e implantado un tele-programa específico para estos momentos que ayuda a los padres a resolver estas cuestiones. No hay dos familias iguales y, por tanto, no valen unas pautas generales ¿nos puedes contar un poco más en qué consiste tu programa?
Se trata de un programa de asesoramiento online que permite la personalización a cada situación familiar y dividido por edades con el objetivo de brindar acompañamiento y comprensión de las necesidades y características psicológicas que acompañan cada niño; entender su contexto psicológico permite ayudar a orientar y gestionar su comportamiento, así como evitar la sobregeneralización.
Las pautas generales no contemplan particularidades que pueden llevarnos a que el plan fracase y a la consiguiente frustración para todos (supondría una experiencia negativa para los niños y de gran impotencia para los padres), tratando de minimizar el error de interpretación y de detectar posibles sesgos. Asimismo, permite un feedback cercano y una respuesta profesional a las particularidades, dudas y preocupaciones individuales y está dividido en tres fases:
1. Comprensión de la situación y asesoramiento inicial.
2. Seguimiento.
3. Propuesta de futuro.
¿Qué aprendizajes consideras vamos a extraer de esta situación? ¿En dos días volveremos a nuestro ritmo acelerado habitual o nos habrá servido para tomar nuevas perspectivas?
Este es otro de los aspectos sobre los que más se debate y más opiniones divididas creo que trae en estos días. En cuanto a los adultos, no creo que de forma homogénea, masiva y obligatoria tenga por qué darse un aprendizaje en concreto. Dependerá de muchos factores: algunos podrán aprender y otros no, otros quizá más adelante.
Pero lo que es cierto es que en lo que respecta a los más pequeños, es una oportunidad de única de toparse de forma natural y en primera persona con muchas emociones y vivencias que nada pueden envidiar a ningún personaje de cuento ajeno a ellos. Y para sus padres, el momento de guiarles y acompañarles en ello. Estoy convencida de la importancia de entender que, más allá del entretenimiento, la diversión y la necesidad de desahogo inicial, estamos inmersos en todo un proceso de cambio. Esto va mucho más allá de unos cuantos días en casa y tendrá consecuencias a muchos niveles, aunque aún desconozcamos concretamente cuáles, por lo que el fin último debería ser acompañar y preparar a los niños también para ello.
Por último quiero dejar un mensaje esperanzador: si desde el principio se les ayuda adecuadamente, los niños y adolescentes saldrán reforzados de esta situación, con características como una mayor conciencia de sus actos, mayor capacidad de autocuidado y capacidad empática. Sin duda habilidades muy importantes en su desarrollo.